Reseñas

Prácticas democráticas de justicia social y ambiental

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Ezequiel Gatto compartió una lectura comentada del libro “Modo de vida imperial. Vida cotidiana y crisis ecológica del capitalismo”, de Ulrich Brand y Markus Wissen. Fue en el marco del Seminario “Futuro indefinido. Una exploración de las discusiones actuales en torno a la imaginación proyectiva, la digitalización del mundo y las posibilidades políticas”, coordinado por Gatto y Alejandro Galliano, en el marco de la Maestría en Tecnologías, Políticas y Culturas de la Universidad Nacional de Córdoba. Aquí, la desgrabación de su exposición.

La noción de “modo de vida imperial” permite a los autores pensar las problemáticas políticas y socioecológicas actuales.

El planteo es pensar el modo de vida imperial diferenciándose de dos ideas: la del “estilo de vida” (relacionado a declinaciones individuales) y la de “gestión de la vida”, simplemente como la resolución de problemas de la cotidianeidad ya planteados, establecidos como tales.

“Modo de vida” permite pensar las estructuras profundas que organizan la vida contemporánea. Y el adjetivo imperial tiene que ver con qué relación se establece entre un determinado modo de vida en el Norte global y sus efectos, sus externalizaciones en otras regiones y zonas del mundo.

Hay un primer punto que es la externalización de los elementos nocivos a partir de formas de la explotación de recursos y del trabajo que no tendría visibilidad en el Norte, y que sin embargo son los que vuelven posible esa vida capaz de acceder a recursos, tecnologías y cierta noción del bienestar propia de los imaginarios que ese modo de vida se da. Entonces: cierta noción del bienestar se combina con una externalización de los efectos nocivos en otras regiones del mundo.

Ese argumento me interesa porque refiere a una discusión sobre decrecionismo y región. Si el debate pasa por desarrollarse más o menos en relación a la región, o si también hay que incorporar esta dimensión global e imperial, en la cual el crecimiento posiciona a la región en una determinada función en ese esquema.

Este modo de vida imperial que ocurre en una zona y oculta sus efectos en otra también se convierte en una imagen deseable, de aspiración, en poblaciones que no forman parte del Norte global en sentido estricto. El libro localiza esto sobre todo en China. Es decir: ¿Qué pasa cuando esos modos de vida originados en Estados Unidos y Europa comienzan a diseminarse como imágenes de lo deseable? Y no solo como imágenes, sino que países como China empiezan un camino de desarrollo efectivo que se propone satisfacer esos anhelos.

Ahí es donde comienza una nueva fase del problema: encontrarse con la finitud del planeta para satisfacer los deseos e imperativos de consumo en una escala planetaria.

El “modo de vida imperial” sería la manera de llamar a dos cosas a la vez: por un lado, una operación de extracción, transporte y aprovechamiento que desestima sus efectos nocivos. Por el otro, una modalidad de existencia que va desbordando sus cauces históricos para comenzar a ganar otras poblaciones que tienen una capacidad de producción y consumo tal que su propia aparición termina de consumar un riesgo de desequilibrio y catástrofe ambiental. En ese doble juego el libro trata de pensar una historia de estos modos de vida.

Para esto hace una historia de la automovilidad como una de las formas paradigmáticas donde se condensan estos modos de vida. Es una larga historia social del automóvil y también algunas novedades que remiten al punto de encuentro entre cultura del petróleo, la idea de libertad individual y el desarrollo de grandes vehículos (camionetas SUV), que vendrían a ser una especie de síntoma entre un mundo cada vez más amenazante por diferentes motivos (incluso ecológicos) y unos transportes individuales que distancias cada vez más de esos contextos amenazantes. A la vez, para su producción y utilización se consumen más recursos que refuerzan ese escenario. Entonces, unos tienen unas camionetas que buscarían generar espacios de seguridad en un contexto de catástrofe, mientras esos mismos vehículos son factores que generan esa condición. Hay una retroalimentación donde la figura misma del automóvil sintetiza uno de los caminos fundamentales de la crisis ecológica actual.

Esta crisis no aparece solo como tal, sino como una crisis de la gestión de la crisis. Hay una enorme incertidumbre sobre los paradigmas y patrones de gestiones de las crisis previas, que no serían eficaces para este escenario. Como dice Pablo “Manolo” Rodríguez, estamos viviendo en una coyuntura donde las élites no tienen resuelto el camino a seguir. La buena noticia es que la crisis está en disputa y las salidas también.

Ahí aparecen discusiones programáticas. Una tiene que ver con los proyectos de las élites con respecto a la crisis ecológica. Uno es “vamos para adelante hasta que dé”. Esto serían Trump o Bush Jr. planteando que las condiciones de vida de los norteamericanos son innegociables. No hay una discusión por dar en la medida que afecte los niveles de consumo, la calidad de vida de los norteamericanos. Esto es interesante porque conecta con el modo de vida imperial. El libro plantea si es correcto hablar de que el sujeto de la crisis del antropoceno es la humanidad. ¿Es justo hablar de una unidad sintética? ¿No se trata de desagregar esa categoría e identificar actores, posiciones, instituciones y estrategias que no serían las de toda la humanidad, sino las de un sector?

Esta crisis no aparece solo como tal, sino como una crisis de la gestión de la crisis. Hay una enorme incertidumbre sobre los paradigmas y patrones de gestiones de las crisis previas, que no serían eficaces para este escenario.

Un dato: el cemento consumido por China entre 2016 y 2019 es el mismo que consumió Estados Unidos entre 1919 y 2019. y hablamos del siglo de Estados Unidos por definición, no de una economía campesina. De ese problema de crecimiento y desarrollo hablamos. Es importante para ver los diferenciales significativos en esta humanidad que generan esta discusión.

El otro proyecto de la élite para Brand y Wissen es el de la modernización ecológica. Conferencia del Cambio Climático, ir hacia un capitalismo verde, el desarrollo sustentable como caballito de batalla de un capitalismo que si quiere seguir existiendo necesita resolver su tensión con los recursos naturales.

Acá entra el tema futuros. La primera línea es “vamos”, una apología del consumo. La segunda, la modernización ecológica, parece tener mayor planificación, más cálculo de las consecuencias, que de realizarse pondrían en riesgo al propio capitalista. La primera muestra el carácter presentista del capitalismo, mientras que la segunda plantea aflojar, redefinir escenarios productivos y de consumo para poder seguir adelante. Son líneas que vimos en la pandemia: gobiernos que llamaron a abrir todo (Trump, Bolsonaro) y otros que plantearon guardarse un poco, porque para seguir teniendo capitalismo y mercado entienden que hay que evitar el estado de catástrofe. Hubo una tensión al interior de las élites globales, donde ganó la línea reformista.

Pero hay una tercera línea, la que los autores llaman ecoautoritarismo. Es casi como una deriva fascista de los discursos de modernización ecológica de las élites. Esas modernizaciones y sus descontentos, sus fracasos, funcionan como un escenario de disciplinamiento global. Aquel que exprese cierto descontento o discuta la modernización ecológica, es un terrorista ecológico que atenta contra la vida, contra el planeta, contra la naturaleza.

Estos son los tres caminos de la élite posibles ante la crisis de la gestión de la crisis.

La otra posibilidad en esta disputa es la que van a proponer Brand y Wissen. Tiene que ver con prácticas democráticas de justicia social y ambiental, que deberían funcionar ya no simplemente como la idea de un cambio, sino de vectores de transformación.

Cambio y sustentabilidad serían los significantes de la modernización ecológica y sus derivas autoritarias. Transformación y justicia climática serían las categorías a partir de las cuales deberían pensarse transiciones hacia otros modelos sociales, productivos y de consumo.

Si bien el primer libro de Brand tiene como bajada “decrecimiento y postextractivismo”, los autores están lejos de plantear esta figura primitivista del decrecimiento a la que echamos mano en estos días. No es un horizonte tecnófobo. Me parece más interesante la figura del postextractivismo y me parece que es lo que impugnan los autores: esa modalidad específica de relación productiva y técnica con el ambiente. No tanto el decrecimiento como un imperativo en términos de una impugnación generalizada de las posibilidades técnicas actuales.

En el marco de una discusión militante y activista en la que se inscribe el libro, hay un planteo sobre la insuficiencia del Estado y las soluciones verticales para este tipo de problemáticas. El Estado es también uno de los caminos de la modernización ecológica. Los grandes acuerdos, como el Green New Deal, son demandas que se le plantean a los actores políticos estatales. El planteo del libro es que ese tipo de demandas son insuficientes para resolver las problemáticas que la crisis ecológica plantea y postula. Entonces, como camino alternativo que no reniega de las posibilidades que abre la interpelación a actores institucionales y estatales, hay una apuesta por lo que ellos llaman “un nuevo internacionalismo”: armar una agenda contra el cambio climático a partir de otras formas de organización, de otras figuras, de otras experiencias de la política.

La discusión entonces se desplaza de la preeminencia de los actores políticos, institucionales, estatales y organismos supraestatales al ámbito de la sociedad civil en un sentido bien amplio. Insisto: sin recaer en un elogio de lo pequeño o una utopía de pequeño grupo. Al contrario: cómo a partir de las potencias sociales es posible construir alternativas al modo de vida imperial y sus consecuencias.

El último punto es cómo armar una agenda en relación a la modernización ecológica que no incorpore acríticamente la agenda del Norte sobre estas temáticas. Esto se puede ver en ciertos discursos y posiciones ambientalistas. Es preciso armar una agenda de ecología política que tenga presente nuestras condiciones. No caer en postulados que desde Europa o Estados Unidos parecen viables, pero cuando buscan encarnar en realidades tan diferentes como las latinoamericanas empiezan los desfasajes y tensiones.

El libro intenta hacer hincapié en esas agendas desde abajo también para que la diversidad política pueda armar un escenario en relación a esta crisis, sin que se lo coma el discurso de la modernización ecológica ni el decrecionismo ni el bussiness as usual.

Programa del Seminario Futuro Indefinido

Fotos: Lucila Chiovoloni

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