Intervenciones

¿Leíste a Caffentzis?

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Compartimos las ideas principales que circularon en la presentación del libro "En letras de sangre y fuego. Trabajo, máquinas y crisis del capitalismo", del filósofo estadounidense George Caffentzis. Expusieron e intercambiaron Sofía Nicola, Pablo “Manolo” Rodriguez y Candelaria Botto, con la coordinación de Ezequiel Gatto. También puede verse el video completo.

Los conceptos de George Caffentzis son una manera renovada de asumir la lucha de clases que pone en el centro el problema de los comunes como un modo de enfrentar al capitalismo en su fase totalitaria. Una lucha que involucra la producción y reproducción de la vida; la solidaridad entre trabajadores, mundo animal y naturaleza. En el marco de la presentación de este libro, editado junto a la Fundación Rosa Luxemburgo, nos pareció interesante trascender la reseña comentada para evaluar las herramientas que el autor brinda para teorizar y accionar en pos de formas organizativas no capitalistas. Compartimos un resumen de las exposiciones y el intercambio posterior.

SOFIA NICOLA

Caffentzis es un autor muy interesante para pensar las problemáticas de hoy. En primer lugar, para quienes seguimos la línea marxista de lecturas para pensar la contemporaneidad, notaremos su influencia y la recomposición de sus argumentos. Toma al Marx de “El Capital”, que es el más citado pero el menos leído. Estira las categorías marxistas clásicas para pensar las problemáticas de su tiempo. Para quienes no han leído a Marx, Caffentzis tiene una pluma fácil de leer, entretenida, enojada, accesible.

Después de una primera lectura subyace la pregunta sobre las alternativas al capitalismo. ¿Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capital? Y me parece que Caffentzis intenta buscar puntos de fuga interesantes. En el centro siempre aparece el trabajo humano como productor de valor, fundamental en el sistema y la estructura, cuestión que en el día a día parece que se nos olvida. Tiene que ver con el concepto de multiplicidad de Caffentzis: solemos pensar que el trabajo es solo aquello que hacemos cuando vamos a la oficina. Pero vemos cómo el capitalismo se nutre también de un montón de áreas de trabajo no reconocidas y no mercantilizadas. Con respecto al trabajo doméstico o de cuidados, por ejemplo, vemos algo paradigmático: es el trabajo que se necesita para poder generar trabajo asalariado, reconocido. Además, lo suelen llevar adelante las mujeres. Y si bien cada vez se mercantilizan más esas tareas, siempre quedan en el último eslabón, realizando una tarea que no sigue la lógica del capital. Esto se da también a través de redes comunitarias en internet. Entonces, pensar que el trabajo no es solamente aquél que hacemos y por el cual nos pagan, quiere decir que no estamos totalmente subsumidos por la lógica del capital. Hay intercambios que son distintos y pueden ser la puerta, o la salida, a otro tipo de lógicas, a otro tipo de organización económica. Pero esto nos lleva a otro problema: necesitamos trabajar para subsistir.

Me parece que este libro es interesante para pensar otras lógicas, otras formas de trabajo. Y no quedarnos con el sentido común de que no podemos escapar al capital, más allá de que el capital se sirve de estas lógicas para seguir produciendo.

Otro argumento de Caffentzis que va contra el sentido común tiene que ver con la maquinaria y los desarrollos tecnológicos. Solemos pensar que en el futuro las máquinas harán nuestro trabajo y por fin estaremos liberadxs. Pero no es lo que sucede, lo que sucedió ni lo que probablemente vaya a suceder. La máquina lo único que crea es una mayor desigualdad. “Por cada máquina hay un esclavo del otro lado del mundo”, dice Caffentzis. Tenemos polos muy desarrollados en países del primer mundo y una sobreexplotación y una intensificación de la jornada laboral, que podemos ver hoy en cualquiera de nuestros trabajos.

Este libro es interesante para pensar otras lógicas, otras formas de trabajo. Y no quedarnos con el sentido común de que no podemos escapar al capital.

Esta tesis que él trae de Marx, que las máquinas no producen valor sino que solo lo transmiten, que el trabajo humano es el centro del sistema, lo que hace es ir contra esta utopía tecnológica de que las máquinas nos reemplazarán. Lo más probable es que terminemos trabajando más por ellas y con mayor adoctrinamiento. Es interesante pensar cómo es que esto ocurre. Cada vez nos cuesta más rechazar al trabajo. Esta es una de las preguntas que Caffentzis nos pone y nos sitúa en el abismo. Él nos dice que tenemos la capacidad de decir que no al trabajo, pero al mismo tiempo lo necesitamos para sobrevivir. ¿Cómo podemos realizar entonces ese rechazo? Es una pregunta que pone en movimiento. Esto nos lleva a repensar nuestras políticas, nuestras luchas, nuestros rechazos colectivos. El libro se hace esas preguntas sobre los elementos que componen nuestra realidad hoy. ¿Cómo generar una composición distinta con los elementos que tenemos? ¿Qué lógicas nos aportan para la construcción de un futuro deseable?

PABLO “MANOLO” RODRÍGUEZ

El libro de Caffentzis calza en los debates que venimos teniendo en distintos grupos para discutir técnica, trabajo y capitalismo. Hay un problema teórico, que es cómo pensar hoy la teoría del valor de Marx. Este libro es imprescindible para quienes creen que este es un tema importante. Caffentzis aborda todo lo que generalmente se discute hoy sobre este tema. Hay quienes dicen que como el capitalismo sufrió sucesivas transformaciones, la teoría del valor de Marx no vale más o fue formulada para otro momento histórico. Es muy interesante ver cómo Caffentzis evita estas trampas o las aborda tan frontalmente y con tantos argumentos que las desarma. A quienes les interesan las palabras Marx, técnica y, por lo tanto, capitalismo, no se les puede escapar que hay que repensar ciertas cosas. Y Caffentzis tiene mucha solidez teórica y epistemológica.

En su recorrido primero está el activismo y después la apropiación teórica, por lo que este libro no es pesado. Hay un hecho central en este autor: las transformaciones técnicas se relacionan íntimamente con un nuevo proceso de luchas. Esto genera nuevas realidades, nuevos modos de concebir la política y la resistencia, que no podemos limitarlos a los cambios técnicos. El cambio técnico no ocurre en un vacío. Hay cambios que permiten vislumbrar una nueva época, con un proceso de luchas que se va a intensificar. Incluso desde el punto de vista marxista tradicional puede verse una lucha entre los bloques de poder tremenda, intra imperialista.

Hay una serie de puntos que quiero destacar sobre el libro de Caffentzis. El primero es esta idea de rechazar la noción de que los cambios provienen de los procesos técnicos y no de los procesos políticos. El capitalismo hace frente a un proceso de luchas y resistencias, cuya respuesta, siempre provisoria, es un tipo de transformación técnica.

El segundo punto que me interesa es que hacia la mitad del libro hay una serie de capítulos sobre la Máquina de Turing, las máquinas autoreproductoras y todo el problema de la teoría de la información,  que son fascinantes (al menos para mí). Su tesis es muy sugerente: dice que la Máquina de Turing abre una nueva idea de técnica y de máquina que hace repensar la teoría de la máquina de Marx. Con mucho detalle y de modo comprensible, Caffentzis aborda algo que es de una necesidad de comprensión urgente: ¿Cuál es el lugar real de las tecnologías de información en este nuevo parque tecnológico? Hablamos de un proceso que se impuso hace unos 40 años, pero depende qué tecnología elijamos quizás son 10. Caffentzis sostiene que desde la Máquina de Turing es posible pensar una máquina que sigue cualquier conjunto de reglas y que se dirige hacia la indistinción entre trabajo manual e intelectual. Es lapidario cuando sostiene que las posturas más o menos humanistas que defienden que las máquinas no piensan, que hay habilidades que no pueden reproducir, son estrategias defensivas. La Máquina de Turing no se impone porque antes todo estaba mejor. Se impone como un nuevo régimen de valor.

El libro sirve para distinguir trabajo de fuerza de trabajo, ganancia, riqueza y valor. Hay que plantear esas diferencias para plantear cuáles son los procesos de lucha, los puntos de conflicto, los lugares que le puede doler a un proceso capitalista. No son cuestiones de rata de biblioteca, sino un interés genuino por definir las luchas en función de definir el problema. ¿Dónde están los procesos de acumulación hoy? Ahí Caffentzis discute muy bien con “Imperio” de Hardt y Negri, sobre todo en cuestiones de trabajo inmaterial. ¿De dónde extrae su vitalidad el capitalismo? Más allá de que nos saca vitalidad a nosotros. Hay que ver de dónde se extrae el valor y hay que pensar cuáles son los procesos de trabajo y explotación que están relacionados con las máquinas de información, que se supone que generarían valor desde una suerte de magia. Hay una discusión muy linda cuando habla de los autómatas reproductores, que parecen el sueño de cualquier capitalismo, ya que haría innecesarios a los trabajadores. Lo que dice Caffentzis es que ocurre lo contrario. Que ojalá sea así para que el capitalismo entre en crisis. La teoría de las máquinas de Marx se puede renovar a partir de los planteos de Caffentzis.

Tercer punto: las máquinas que se pueden reproducir a sí mismas. Es el último límite que distinguiría a los seres humanos de los seres maquínicos. Son zonas que Caffentzis no trabaja pero que estarían desarrolladas a partir de la teoría del valor que él replantea. Son otras formas del capital o de generación de ganancia que no tienen que ver con la producción industrial. En el caso de la información hay dos cuestiones: la primera es que los datos, los procesamientos algorítimicos y las plataformas contituyen nuevas formas de mercancías. Algunos autores hablan de capitalismo de plataformas. Toda la vida social es registrada y datificada. Sobre todo, la vida que transcurre en redes, aquella que depende de la voluntad más o menos manifiesta, aunque ocurre por el simple hecho de tener un celular. Hay perfiles, minería de datos, toda una construcción que debe ser trabajada. El propio Caffentzis dice que la Máquina de Turing inventa un nuevo tipo de equivalencia entre distintos tipos de trabajo. Trabajo mental, trabajo manual y, yo agrego, trabajo info comunicacional. Ustedes podrán decir que eso no es trabajo. ¿Qué es entonces el trabajo? Todos esos datos tienen valor en un mercado, por lo cual en algún lugar lo tenemos que meter.

El otro tema es el del biocapital, relacionado con los autómatas reproductores: se ha puesto a lo biológico a trabajar sin pasar por el cuerpo humano. ¿Qué pasa cuando las biomasas (como los cachos de ARN con los que arman las vacunas para el coronavirus) no están ancladas a un cuerpo y además arman un régimen donde alguien gana, otros pierden, alguien pone acciones en la bolsa en función de eso? Capitalismo de plataformas y biocapital son otro tipo de Máquina de Turing que pueden estar ensambladas al planteo de Caffentzis. Por cada máquina cada vez más compleja que tengamos en el norte de Suecia, tenemos alguien cada vez más explotado en Gabón.

Otro punto: Caffentzis hizo un doctorado en Fisica. Y hay una serie de cuestiones cuando se pone a hablar del cristal, por ejemplo, donde enlaza de modo muy lindo sus argumentos. Es muy fino. La analogía que propone sus conocimientos de física y ciencias sociales, sobre todo desde una perspectiva marxista.

Cuarto punto: su crítica al trabajo inmaterial en Hardt y Negri. Hace bastante tiempo que los textos del autonomismo se pusieron a discutir realmente Marx hoy. Son el horizonte insuperable, los que plantean la base del problema y son ineludibles. Caffentzis lo admite, aunque marca lo que el autonomismo no pensó. Hay varios libros sobre estos temas que salieron este año y conforman una suerte de índice en el tema (en un contexto complejísimo para editar). Hay cosas para discutir por gente de acá y allá, lo cual es un síntoma de que trata temas importantes. El libro de Caffentzis no es aislado y tiene posiciones fuertes. Hay libros que reseñan posiciones, pero este es un libro de autor que tiene un planteo, una idea que argumenta. Uno no puede ser indiferente y eso es para agradecer.

Hay libros que reseñan posiciones, pero este es un libro de autor que tiene un planteo, una idea que argumenta. Uno no puede ser indiferente.

CANDELARIA BOTTO

Agradezco la invitación a leer a un autor que no conocía. Es un libro fundamental para pensar el capitalismo actual y hacerlo desde una perspectiva sistémica, pero que no se ata  a conceptos estáticos, sino que tiene una construcción de nuevos conceptos la forma de organización actual en estos 500 años de capitalismo.

La propuesta del libro es parar un poco la pelota en este mundo que nos muestra un cartel de urgente a cada hora. Parar para pensar qué tenemos enfrente y de lo que somos parte. Lo que reproducimos también en nuestro día a día. Para sacarme un poco de peso, voy a citar a Susana Giménez, voy a ser la voz del pueblo y disculparme de antemano por alguna imprecisión, ya que no formo parte de la academia y sus formas del hacer.

En el libro se nota y mucho el trabajo a la par con Silvia Federici, gran referente de los feminismos latinoamericanos. Se nota en la inclusión de las distintas formas de trabajo que escapan a la concepción tradicional. No lo piensa solo como aquél que es mercantilizado, sino que utiliza un concepto mucho más amplio que da cuenta de la multiplicidad de tareas necesarias para el funcionamiento del sistema. Este aporte no es menor, ya que es un reclamo profundo de las economías feministas al estudio económico tradicional. Acá la crítica es tanto a la ortodoxia como a la heterodoxia y a una parte significativa del marxismo. Silvia Federici y muchxs otrxs han luchado fuertemente para incorporar al análisis y al objeto de estudio al mundo reproductivo, a las tareas necesarias para poder llegar a ese momento productivo. Ampliar el concepto de multiplicidad del trabajo es ampliar el campo de estudio de la economía, una condición necesaria para mejorar las caracterizaciones que hacemos del pasado, de la actualidad y el futuro. También permite comprender la función del colonialismo, del racismo y el sexismo en la forma de organización social. ¿Cuál es la necesidad del capitalismo de esta fuente de trabajo gratuito para su sostenibilidad? Esto lo venimos evidenciando desde los feminismos en cada Paro Internacional, con la consigna “Si paramos nosotras se para el mundo”. Para quienes no hayan escuchado esos reclamos que vienen desde 2017 a la fecha, esto quedó en evidencia en la pandemia. Sobraron especialistas diciendo que la economía se había frenado. Y no es así. Se frenaron los mercados y varios procesos productivos, pero el trabajo reproductivo no solo no se frenó, sino que se incrementó. Aumentaron los trabajos necesarios para el sostenimiento, nada más y nada menos, de nuestra vida. Incluso se les puso bajo normativa el nombre de trabajos esenciales: cuidado, salud, alimentación, docencia y todo lo que no puede frenar porque la vida depende de eso.

Acá subrayo un punto importantísimo que Caffentzis desarrolla: cómo son los sectores más tecnologizados, que utilizan menos fuerza de trabajo y se apropian del valor de los sectores menos tecnologizados y que utilizan mayor fuerza de trabajo. No es casualidad que estos trabajos esenciales tengan salarios promedio mucho más bajos que los trabajos que no lo son. Mercantilmente lo esencial vale menos que lo no esencial. Esto se refuerza culturalmente con la jerarquía que hay de los trabajos productivos hacia los reproductivos.

En ese sentido es muy importante el debate que hace sobre el impacto del mayor desarrollo de las fuerzas productivas. Si el aumento de las tecnologías va a llevarnos a un futuro utópico sin trabajo o a un futuro distópico sin máquinas y con cada vez más trabajo, producto del agotamiento de la energía. Es necesario no idealizar los desarrollos científicos como simples avances de la humanidad, porque tienen fines específicos que desarrollan a partir del financiamiento de las líneas que son más rentables para el capital. Suele haber una visión general que indica que el desarrollo tecnológico trae mejoras a las condiciones de vida, cuando en realidad el futuro del trabajo nos marca que esto profundiza la división entre los trabajadorxs, generando empleos altamente calificados por un lado (que se reproducen en las mejores condiciones), mientras a la par genera un ejército de trabajadores de poca calificación y que ganan lo mínimo para subsistir. Podemos verlo con las personas que trabajan haciendo los repartos de aplicaciones como Rappi o Glovo. No puede existir uno sin el otro y esto Caffentzis lo dice cuando se refiere al esclavo que hay detrás de cada máquina.

Dicho esto, el autor no se queda en esta dicotomía entre futuros distópicos y utópicos, sino que analiza cómo el capitalismo da respuesta a estas contradicciones. O por lo menos analiza lo que ocurrió en los 70, con una nueva matriz de trabajo y energía y cómo ese cambio reconfigura la organización social. Él lo llama “crisis keynesiana” y lo define como la muerte del capitalismo humano (o lo más humano que llegó a ser en los años de posguerra). Esto lo sintetiza en una frase hermosa referida al funcionamiento capitalista: “No hay justicia para nadie, excepto para sí mismo” (refiriéndose al capital social).

Algo muy precioso que tiene este libro es el ida y vuelta entre teoría y práctica. La demostración de cómo la teoría que niega el contexto histórico en la cual se realiza funciona para dar respuesta que justifiquen ese momento histórico como parte casi de la naturaleza. En ese sentido creo que hay que darle un reconocimiento a las escuelas económicas que justifican y buscan profundizar las desigualdades, teniendo como respuesta a la crisis una salida meritocrática en un mundo sin igualdad de oportunidades. El reconocimiento lo hago porque por más que sean inhumanos y mercenarios, el planteo existe y se defiende en distintos espacios de nuestra vida (desde la televisión hasta la academia). Se defiende aunque no tenga lugar para la humanidad. Hay salidas por derecha para la reproducción del status quo. Cuando buscamos salidas por izquierda, hay respuestas más fragmentadas y antagónicas.

El concepto de “rechazo al trabajo” lo entendí distinto a Sofía y Manolo. Lo leo como un planteo necesario para la transformación del capital. En ese sentido, dentro del esquema de Mark Fisher, entraba en un pantano bastante desolador, porque pone límites a los sueños de transformación sistémica desde el rechazo al trabajo. De hecho, estas luchas son las que permiten la transformación a nuevas fases que permiten la reproducción del sistema como tal.

De todas maneras, y con mucha más esperanza que la mía, la alternativa, tanto de Caffentzis como de Federici, es autonomista y tiene que ver con la lucha de los comunes. Yo no me considero autonomista, no lo pienso como una solución, pero sí comparto en marcar la necesidad de pensar una forma de organización social. Si la salida no puede estar solo en el rechazo al trabajo, tendrá que estar en desarrollar nuevas formas teóricas y prácticas por fuera del sistema como lo conocemos.

Si la salida no puede estar solo en el rechazo al trabajo, tendrá que estar en desarrollar nuevas formas teóricas y prácticas por fuera del sistema como lo conocemos.

Si vivimos en un mundo en que la centralidad está en el capital y eso nos marca límites (como nos marcó muy claro este año con la pandemia), tenemos que pasar a una forma de organización social donde el centro esté en la vida humana, o ir más allá, y que esté solo en la vida.

PREGUNTAS

Tito Rodríguez: El capitalismo de plataformas no puede ser el todo. ¿Dónde estamos sino los seres humanos y sus relaciones?

Juan García: ¿Por qué creen que Caffentzis insiste en la idea de que las máquinas no pueden generar valor? ¿No hay un cierto sesgo humanista en reivindicar la idea de “trabajo humano” como generador de valor? ¿Hay una crítica implícita a Donna Haraway?

Ezequiel Gatto: Me hizo recordar a dos economistas feministas, Gibson y Graham y su libro “Poscapitalismo”. Si bien el nombre parece aludir a algo que vendría después, en realidad el libro explora qué en nuestra sociedades no es capitalista. El libro de Caffentzis trata de detectar y pensar qué prácticas estamos llevando adelante que están armando otras economías y coexisten con las lógicas del capitalismo. Pienso en lo agroecológico y sus dinámicas de mercados alternativos, cooperativismos. Creo que uno de los efectos de totalización del capital es pensar que, medio frankfurtianamente, todo lo que sucede es una expresión de una única lógica. Quizás soy más esperanzado, más autonomísta, y tiendo a pensar que quizás convivimos en escenarios habitados por distintas dinámicas económicas. Por supuesto que unas dominan y otras no, pero existen. Hay un ejercicio político, teórico y militante en identificar qué sale de eso, cómo y qué posibilidades abre.

Rodríguez: Si hay una idea de esta lógica de plataformas es la de poder procesar cada vez más actividad humana de cualquier tipo. Esa es la ambición de esta mega Máquina de Turing. ¿Dónde estamos los seres humanos? Produciendo, entrenando algoritmos, para enterarnos que somos bastante más algoritmos de lo que pensamos. En cuanto a lo que dice Juan, la primera vez que leí a Caffentzis dije “eh, al final es humanista”. En una segunda lectura te das cuenta que es humanista la interpretación de uno de que sacarle capacidad de generar valor a las máquinas es como denigrarlas o ponerlas en otro orden ontológico. Hay una parte en la que discute con las teorías que discuten la inteligencia artificial. Ataca las posiciones que sostienen que la máquina nunca podrá hacer lo que hacen los humanos. No les da un lugar por debajo de un supuesto humanismo. Dice que no genera valor, lo que no implica que en este mundo no haya riqueza, ganancia. Hay otro proceso de explotación que habrá que distinguir. Es un papel distinto al que ocupaban en el siglo XIX.

Botto: Como estudiosa de la teoría del valor, es muy relevante pensarla como organizadora social. Desde cómo eso afecta a la tasa de ganancia y cómo desde 2008 hay una crisis de rentabilidad en el  mundo y cómo eso requiere nuevos procesos de acumulación. Los clásicos (Smith, Ricardo y Marx) le dieron muchas vueltas a este asunto, así que recomiendo esas lecturas.

Agustina Lassi: ¿Cómo se produce académicamente para un concurso y poder ganarlo con las tareas de cuidado y educación extra que tuvimos las mujeres este año?

Botto: Hubo un trabajo muy interesante a comienzos de año que mostraba cómo los investigadores varones aumentaron la productividad en la pandemia y la de las mujeres cayó. Esto tiene que ver con la actividad de las mujeres cuando hay niñxs en el hogar. ¿Cómo resolvemos eso individualmente? No se puede, a menos que recaigas en otra mujer. Se resuelve colectivamente con las exigencias de un sistema integral de cuidados.

Gatto: ¿Conectaron el libro a sus prácticas?

Botto: Lo que trabaja junto a Federici sobre la acumulación originaria como un proceso que no ocurrió una única vez, sino que se da en cada crisis de rentabilidad. Es muy útil para pensar la pandemia y cómo profundizó la crisis del capital. ¿Qué pasó con los millones de trabajadores informales que se quedaron sin laburo? ¿Qué sucede con este capitalismo que demuestra que cada vez puede ser más salvaje y cada vez puede expulsar a más personas de ese circuito productivo? Igual estoy muy en una de realismo capitalista, creo que no hay salida, pero sí creo que este libro trae esperanza al pensar qué podemos hacer para salir. Es una tarea activista, militante, revolucionaria.

Nicola: Tenemos que preguntarnos qué es el trabajo hoy e incluir esa problemática dentro de nuestro activismo. Creo que una militancia que se pregunta por el medio ambiente y no se pregunta por el trabajo es insuficiente. Si estas preguntas no aparecen terminarán siendo parte de un Green New Deal, sin hacer lo que se propone. Es una pregunta que no terminamos de resolver y tiene que estar en la agenda del día. Me sucede lo mismo con respecto al feminismo: si no son anticapitalistas, si no se preguntan por el trabajo, pierden. Con respecto a los nuevos cercamientos: hoy vemos como elementos como internet que podrían haber sido disruptivos, fueron mercantilizados y perdieron su potencial.

Rodríguez: A mí me vino una imagen del 2001, relacionada al momento en que conocí a quienes hacían Tinta Limón, a través de la cual empezó mi conocimiento del autonomismo. ¿Qué discutíamos en ese momento? Si 2001 no abría un nuevo modo de organización social. Luego en kirchnerismo aplacó mucho todo eso, porque la respuesta global fue que la gente quería más Estado. Ahora la pandemia me devolvió esa reflexión. Conviven dos fenómenos muy intensos en este 2020: Uno es la virtualización forzada y plataformización de la existencia, que supuso un proceso de explotación mucho más duro sobre las mujeres, como dijo Candelaria. Y el otro es la pregunta acerca de si se puede pensar otro modo de organización social. ¿No nos acordamos que en el primer trimestre de aislamiento estaba todo cerrado? ¿Qué pasaba en ese momento? ¿O nos vamos a contentar con la respuesta barata de que se paró la economía? ¿De qué están hablando? Yo creo que esto es una crisis muy importante. No soy muy optimista, pero siempre la crisis es momento de oportunidades. Cuando este estado de congelamiento de la circulación termine, no sabemos si no habrá luchas por otros modos de organización. Para mí no es un buen momento de los distintos bloques de poder del capitalismo contemporáneo. Hay un lío bárbaro y parte del lío es que la plataformización llegó a un límite. Vienen tirando de la cuerda de algo a lo que no le están encontrando la vuelta. Se abre la pregunta para cada uno en su lugar: ¿realmente vas a querer seguir haciendo las cosas como se hacían antes? Hay tres o cuatro procesos históricos apiñándose, concentrados en una suerte de Aleph, y me gustaría pensar que de ahí surgirá algo que no es lo mismo que lo que había.

Botto: La ventana de oportunidades en la crisis se fue cerrando. Hay economistas que hablan de la muerte de los fundamentos. No tiene sentido cómo funciona la economía actualmente No tiene sentido cómo está incrementado el mundo financiero por sobre la economía real. Pero el capitalismo se las resuelve para seguir existiendo aunque no tiene sentido.

Gatto: Recordé que en 1980, Baudrillard en “El intercambio simbólico y la muerte” dice que vivimos el pasaje del dinero como signo al dinero como estructura y eso solo puede llevar a la locura. Si el capitalismo ya es absurdo, una de las condiciones a pensar es qué lugar tiene el dinero y cómo está funcionando. Incluso tensado con el surgimiento de bitcoins, monedas sociales, el desenganche entre moneda y soberanía. Cómo discutir el dinero es una parte muy importante al pensar una vida distinta. A veces discutir valor y trabajo solapa la discusión sobre el dinero. Volviendo al comienzo de la pandemia, los Estados temieron su propia muerte y la financiarización de los sectores bajos fue un mecanismo de autodefensa. Vimos que había más margen de maniobras que lo que parecía que había. La renta universal no entró en agenda, aunque era un buen momento para discutirlo.

La otra clave que pareciera que va a modificar la fisonomía del mundo es este proceso de globalización dual, con dos polos de poder fuertes (China y Estados Unidos), que no tienen ya una agenda común. El último congreso del Partido Comunista chino decidió ir hacia la autarquía y la autonomía tecnológica. Es llamativo, porque parte de la globalización es la superficie común que armó lo digital. ¿Qué pasaría en un escenario ramificado?

Otra cosa interesante es cómo la pandemia intensificó muchas cuestiones tecnológicas. Desde la velocidad con la que se producen vacunas hasta los saltos que hemos dado todos, algunos más interesantes, otros más nefastos. Las universidades tuvieron que adaptar en un año lo que no hicieron en diez en asuntos de digitalización. Es un proceso que puede traer cosas interesantes y otras riesgosas, pero así es la vida: ambigua y ambivalente. No hay espacio para mucha esperanza pero tampoco me parece que la clausura es inexorable.

Rodríguez: La palabra Zoom es equivalente a Gillette y afeitadora. Zoom ganó la batalla por la denominación. ¿Cuál es el margen que tenemos para pensar una producción propia de plataformas? Quizás no le vamos a pelear a Intel cómo se hace un microprocesador, pero hay toda una parte media que no es la infraestructura dura, que pueden tener un sentido más local. No tenemos pensamiento crítico sobre eso: cómo tener buenas plataformas para lo que nosotrxs estamos trabajando. Es algo que estuvo ausente y surge como un problema inmediato. No es tan complicado y creo que hay un obstáculo epistemológico. La presión para la virtualización va a continuar en muchas actividades y tenemos que idear algo. ¿Qué hace una plataforma y qué deja de hacer? Sino será como en Nueva York, que el Alcalde le dio la llave a Google para diseñar cómo será la ciudad del futuro. Soberanía económica, política y tecnológica.

Biografìas de lxs invitados

Sofía Nicola es Estudiante de Licenciatura y Profesorado en Filosofía, UBA. Integrante del Grupo de Estudio sobre Capitalismo Contemporáneo en el marco de los UBACyT “Riqueza, desarrollo, trabajo y automatización: elementos para una crítica inmanente del capitalismo actual” (Director: Nicolás Pagura) y “Economía, tecnología y política: las mercancías inmateriales frente a un escenario postrabajo” (Director: Ariel Fazio)

Pablo “Manolo” Rodríguez es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Se especializó en el estudio de las obras de Michel Foucault, Gilles Deleuze y Gilbert Simondon, con énfasis en la noción de información. Actualmente es Profesor Adjunto del seminario Informática y Sociedad (Kozak) de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Es autor, entre otros libros, de “Las palabras en las cosas. Saber, poder y subjetivación entre algoritmos y biomoléculas” (Editorial Cactus).

Candelaria Botto es economista, docente, divulgadora económica y activista feminista. Licenciada en Economía por la Universidad de Buenos Aires, actualmente es coordinadora general de la asociación civil Economía Femini(s)ta y docente de nivel superior. A su vez, hace divulgación económica tanto en diversos medios gráficos, radiales y televisivos como en sus redes personales.

Ezequiel Gatto es Investigador Asistente (ISHIR/CONICET), docente de Teoría Sociológica (carrera de Historia, Universidad Nacional de Rosario), traductor y coordinador de talleres. Dr. en Ciencias Sociales (UBA) y Licenciado en Historia (UNR). Participa de la editorial Tinta Limón. Colabora y articula con diversos proyectos políticos y culturales. Recientemente publicó el libro “Futuridades. Ensayos sobre politica posutopica” (Editorial Casagrande, Rosario, 2018)

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