Intervenciones

Gran desorden bajo el cielo

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Este texto de Bifo de 1975 integra el libro "Medio siglo contra el trabajo", que reúne escritos del filósofo italiano desde los 70 hasta hoy. En este fragmento encontramos las primeras teorizaciones sobre el rechazo al trabajo.

El ataque capitalista contra la actual composición de clase está determinado por la masificación de la fuerza de trabajo intelectual y técnico-científica. La inteligencia técnico-científica es producida dentro del conflicto entre obreros y capital; esta reduce el trabajo necesario al hacer posible el reemplazo de trabajo vivo con máquinas y al garantizar el funcionamiento productivo de las máquinas. Sin embargo, cuando la informatización del proceso de trabajo masifica y proletariza un estrato social de trabajadores intelectuales, y estos se encuentran con la fuerza de trabajo escolarizada y politizada que se formó en los años sesenta y setenta, se abre una nueva contradicción decisiva. El uso capitalista de la maquinaria hace de ella una estructura de control y de dominio sobre los movimientos obreros: la supresión formal del trabajo tiene como objetivo la eliminación de la autonomía y la descomposición del cuerpo de clase. Ahora, en el momento en que el trabajo intelectual se proletariza, este estrato se vuelve portador de necesidades más avanzadas; pero también, en cuanto poseedor de conocimiento acumulado, se vuelve portador de la posibilidad material de transformación obrera del mecanismo productivo, pasando de ser instrumento de intensificación de la explotación a ser instrumento de liberación del trabajo.

 En la maquinaria, la ciencia se le presenta al obrero como algo ajeno y externo […] Pero si bien el capital tan solo en la maquinaría y otras formas de existencia materiales del capital fijo […] se confiere su forma adecuada como valor de uso dentro del proceso de producción, ello en absoluto significa que ese valor de uso –la maquinaria en sí– sea capital, o que su existencia como maquinaria sea idéntica a su existencia como capital (3).

 El dominio de la valorización, la contradicción entre valor de uso y valor de cambio impide que una cantidad de posibilidades que la ciencia contiene sean aplicadas en la tecnología; pero la proletarización del trabajo intelectual abre la posibilidad de un uso obrero de la ciencia, un uso que no consiste en la gestión obrera directa del proceso productivo y de la organización del trabajo, sino en la disociación entre el desarrollo y el poder. Es decir, la subsunción del trabajo intelectual en el proceso de producción trae aparejada su disposición para la lucha contra la organización del trabajo, contra el uso y la estructura de la maquinaria. Esta conflictividad del trabajo intelectual en el proceso de producción, contra el uso que el capital hace de él, es la base para dar vuelta a la función de la ciencia y de la maquinaria. Será preciso analizar, con el segundo volumen de los Grundrisse en la mano, este momento en el que el desarrollo capitalista llega a su límite, y la contradicción entre producción del valor de uso y valorización se revela en toda su perfección y alude a su derrocamiento. En esta dirección, el problema de la proletarización subjetiva del trabajo técnico-científico es central. Y de hecho, incluso para el capital surge con urgencia el problema del control sobre este estrato social, sobre esta función central del proceso de producción que es constituida por el estrato del trabajo que suprime al trabajo (es decir, el trabajo técnico-cientifico). La cultura debe funcionar como mediación entre los intereses del estrato intelectual y los intereses de la sociedad capitalista; pero debe intentar realizar esta función de una nueva manera. A esta altura, de hecho, la mistificación de la independencia de la cultura respecto del proceso de producción –sobre la que se había asentado hasta ayer el control del trabajo intelectual– es puesta en crisis por la propia masificación de esta figura social. Así, las hipótesis políticas que, desde la perspectiva obrera, apuntaban a la incorporación de los intelectuales como estrato social autónomo sobre la base de una mediación cultural (gramscismo) o de una adhesión voluntarista al partido (el Qué hacer de Lenin) han sido superadas.

En este punto, mientras la función del trabajo técnico-científico se vuelve central en el proceso de producción, pero también decisiva en la subversión obrera del sistema de explotación, el control capitalista tiende a realizarse en el intento de reducir la función del trabajo intelectual únicamente a su figura positiva, de trabajo productivo, y negar su figura dinámica, de rechazo.

El trabajo técnico-científico es portador de los intereses, pero también de la posibilidad material del comunismo, como la abolición del trabajo, de la misma manera que el proletariado juvenil es el portador histórico de la urgencia del comunismo.

(3) K. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, trad. de Pedro Scaron, 1972, México, Siglo XXI, vol, 2, pp. 221-222.

Traducción: Emilio Sadier.

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