Reseñas

Cultivar la fuerza combatiente feminista

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Raquel Gutiérrez-Aguilar reseña el libro "Contra el mito de la fuerza viril", de la autora italiana Alessandra Chiricosta, en el marco de su gira por México. "El contraste que propone entre la filosofía occidental y su aprendizaje de diversas filosofías orientales la coloca en un lugar sumamente fértil para abrir un debate en torno a temas contemporáneos que son clave: la guerra, la violencia y la autodefensa. Y su clave preferida: la fuerza", define Raquel.

Alessandra Chiricosta es una mujer menuda, de sonrisa fácil, que practica artes marciales y cultiva la filosofía. Es italiana por nacimiento, pero las circunstancias de su vida la llevaron a Vietnam, donde permaneció durante una década. Desde el conocimiento de su propio cuerpo, de sus capacidades y movimientos, ella nutre su reflexión filosófica. 

La alimenta la posibilidad que ha tenido de aprender la lengua vietnamita y conocer así el contraste de fondo entre dos matrices lingüísticas tan distintas cuya sintaxis es claramente contradictoria. Insiste mucho en los límites lógicos que los lenguajes de raíz latina imponen al pensamiento a partir de su estructura básica: sujeto-verbo-predicado. Ella se afana por romper estos límites y presentar sus argumentos a través de hacer comprensibles las relaciones que conectan situaciones diversas.

El 9 de agosto en Volcana lugar común, en la Ciudad de México, Chiricosta presentó su libro que lleva por título Contra el mito de la fuerza viril. Autodefensa en clave feminista.

Además de estudiar filosofía en Roma, Chiricosta aprendió de las filosofías del sudeste asiático. De ahí que el contraste que propone entre la filosofía occidental y su aprendizaje de diversas filosofías orientales la coloca en un lugar sumamente fértil para abrir un debate en torno a temas contemporáneos que son clave: la guerra, la violencia y la autodefensa. Y su clave preferida: la fuerza.

La fuerza propia y compartida

“Cuando decimos que la guerra es el lugar de la virilidad, no estamos diciendo que se trata de un asunto de hombres, sino que estamos afirmando que una determinada forma de virilidad —que es una virilidad tóxica, patriarcal y opresiva— tiene precisamente a la guerra como modelo de creación y de referencia”, escribe.

Para Chiricosta, la fuerza no está necesariamente orientada hacia la aniquilación o destrucción de un enemigo reconocido o creado, como ocurre con la violencia y la guerra. 

Contra el mito de la fuerza viril comienza con una reflexión sobre la fuerza, proponiendo una distinción: la fuerza no es sinónimo de violencia y mucho menos de guerra. Chiricosta aclara que hay una clase de fuerza que se basa en la violencia, que naturaliza la guerra y que funda el mito de la fuerza viril. Esto opaca la comprensión de otras clases de fuerza, en particular, oculta la fuerza combatiente feminista sobre la que su trabajo reflexiona y que ella cultiva en su práctica política cotidiana.

Nos convoca a volver a pensar sobre la fuerza propia, aquella que somos capaces de desplegar desde el cuerpo singular y colectivo. Nos convoca también a practicarla y cultivarla para desconfinarla.

Llama a este “otro género de fuerza” fuerza combatiente feminista la cual, ante todo, consiste en la capacidad de crear conexiones entre lo que está separado y es desgarrado por la violencia comenzando por reconectar con las capacidades anidadas en el propio cuerpo. Para Chiricosta, la capacidad de establecer conexiones es una fuerza creativa y disruptiva que es, además, capaz de proteger y disputar las creaciones logradas, es fuerza combatiente feminista.

La autora pertenece a la generación de mujeres maduras y todavía jóvenes que se nutrieron de las luchas y argumentos de otras mujeres que las antecedieron en el tiempo, como Simone Weil y Carla Lonzi, que no han usado sus capacidades para insertarse en el mundo patriarcal sino que se empeñan en desbordarlo, erosionarlo, boicotearlo. Todas ellas han logrado que broten otras capacidades, que se reconecte el cuerpo singular con otras habilidades y que poco a poco se desvanezca el triángulo simbólico patriarcal que condensa los significados de los conflictos en sólo tres lugares claramente visibles: la víctima, el verdugo y el redentor.

Es en la guerra donde la dinámica de este triángulo se acelera: unos son verdugos, otros víctimas y cada parte confrontada reclama el lugar de redentor. Sabemos ya que el lugar de la víctima es altamente problemático, sobre todo cuando sus significados se traducen únicamente como impotencia y sufrimiento. Sabemos también que quienes sufren los agravios más duros de la violencia nunca son únicamente víctimas sino que recomponen, en condiciones muy difíciles, sus capacidades de lucha.

Rompiendo el silencio

El trabajo de Chiricosta se empeña en poner en palabras esta energía silenciada, nombrándola justamente “fuerza combatiente”. Basándose en la práctica de la autodefensa, convoca a recuperar el centro de equilibrio, a reconectar con el cuerpo y sus capacidades y a desestabilizar la agresión atacándola en sus puntos de mayor debilidad.

Contribuir a romper el artefacto simbólico patriarcal por excelencia que empuja a la repetición de los eventos porque incita a que las partes en conflicto se comporten a la larga, de manera simétrica, es decir, el verdugo que se pretende víctima y el redentor que oscila entre ambos. Es, a mi juicio, uno de los principales logros de Chiricosta. Y eso no es un asunto menor.

Lo aprendido por la filósofa italiana se nutre ampliamente, también, de la experiencia de lucha y combate de las mujeres vietnamitas. Ellas, junto a sus compañeros, sostuvieron una larguísima lucha contra la colonización primero francesa y después estadounidense.

La victoria vietnamita, que logró el abandono de ese país por las fuerzas invasoras, ocurrió en 1975. 

Casi medio siglo después la guerra se extiende nuevamente por diversos lugares del mundo.

De ahí la relevancia de volver a pensar en este “otro género de fuerza”. Según Chiricosta, el camino para desafiar y abrir los límites impuestos por la dominación múltiple e imbricada que nos atrapa es en cultivar y liberar las capacidades anidadas en los cuerpos.

Finalmente, otro elemento que la autora pone a discusión es lo relativo a la “estrategia amazónica de guerra” que se basa en “sujetos imprevistos” que irrumpen en un campo de batalla para alterarlo, para descomponerlo. Dicho así parece muy sencillo aunque alude a algo que es sumamente difícil. 

Descomponer el campo de batalla, alterarlo, implica no entrar a la confrontación en términos simétricos con el agresor. Exige mantener una visión clara del contexto, explica, y no acatar los términos en que la confrontación se impone.

*

Alessandra Chiricosta. Contra el mito de la fuerza viril. Autodefensa en clave feminista. Traducción: Gilda Vignolo y Diego Picotto. Buenos Aires: Tinta Limon. 2023.

Reseña publicada originalmente en www.ojala.mx

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